Patrick Stewart, AKA Capitan Picard, AKA Doctor X es Henry Cole, un pianista virtuoso al final de su carrera y de su vida en Coda, la película que traigo hoy al blog. Tenemos entre manos una película crepuscular que habla de enfrentar el último tramo de la vida y eso ya puede ser un tema interesante pero en este caso hay dos temas mucho más interesantes que son que un perro viejo aun puede brillar con sus trucos y el miedo escénico.
Si alguna vez habeis tocado en público y os habeis quedado congelados (a mi me ha pasado) lo más importante es intentar seguir tocando y acabar como hace en esta película Mr Cole. Nunca hay que rendirse, pero luego puedes tener pesadillas con pianos de teclados imposibles como el del fotograma que he elegido.
Desde luego es una pesadilla para tocar, con unas cuantas alteraciones repartidas por el teclado como si las hubieran lanzado al azar, pero nos da para hablar sobre el diseño de los teclados musicales.
Esta claro que el teclado de un piano está modelado para responder a la teoría musical occidental: doce notas por octava, pero ¿cómo se llegó al diseño de teclas negras para las alteraciones que conocemos?
Obviamente, el teclado musical ya existía antes que el piano, como concepto de piezas mecánicas pulsables para generar sonidos. Hay que remontarse a los órganos de agua en el siglo III a. C. para buscar la primera referencia de un teclado musical. Hasta el siglo XIV los teclados de los organos solo incluían las notas naturales y las teclas para las alteraciones se fueron añadiendo progresivamente. Es decir, en algún momento de la historia pudo haber teclados de organos con una o dos teclas negras parecidos al piano de la pesadilla de Henry Cole.
La primera referencia documentada de un organo con todas las alteraciones que conocemos hoy en día es de 1361, el organo de la catedral de Halberstadt, Alemania (The Art of Organ Building). El tamaño, materiales y mecánica no dejaron de evolucionar después conviviendo con teclados con solo algunas alteraciones hasta varios siglos después.
Anecdota pianística cumplida a parte, como película, Coda es una oportunidad perdida. Los temas son interesantes: el final de la vida, el amor con diferencia de edad y el miedo escénico. El actor es interesante para el papel, pero falta una propuesta estética coherente, algo más de "chicha" en la historia y un punto más valiente con las tesis de la película.
Por momentos piensas que estás viendo una película de sobremesa alemana de esas con las que nos agasaja la televisión pública los domingos, pero de pronto hay una secuencia onírica que te deja descolocado o un movimiento de camara fuera de contexto. Definitivamente es una película rara que podría haber sido una buena película. Con todo, hay una improvisación sobre el tema "L'amour est un oiseau rebelle" de Carmen de Bizet, en una escena también relacionada con el bloqueo al tocar, que es memorable.
La película: Coda (2019)