Con Tiburón arrasó, así que, como un hijo que aprueba con sobresalientes en junio, Spielberg pudo pedir cualquier regalo, en su caso, todo el dinero necesario para rodar su siguiente película: una de extraterrestres, de terrícolas, y de cinco notas al piano. La lluvia de estrellas que el padre del pequeño Steven llevó a contemplar una noche, marcaría al futuro cineasta. Ya en 1964 rodó Firelight, un corto en el que muestra fenómenos lumínicos relacionados con la llegada de extraterrestes. En 1984 nos contaría la historia de un entrañable alienígena que queda atrapado en nuestro planeta. En la peli de la que nos ocupamos hoy ocurre a la inversa, pero no lo vamos a contar aquí. Por cierto, Spieldberg asegura que, de haber sido padre por entonces, no habría escrito un final así. Y otro por cierto: este es de los pocos guiones firmados por el propio director, que sufre dislexia.

(Nota: La llegada, de Denis Villeneuve, es una excelente heredera de Encuentros…)

El prólogo, una de las muchas marcas de la casa Spielberg, es estupendo, y nos mete de lleno en la atmósfera de una película bastante sombría y desoladora en la que se mencionan eventos reales, como la desaparición del Cotopaxi, con tripulación, en 1925. Roy Neary, interpretado por Richard Dreyfuss, al que ya vimos en Tiburón, se obsesiona con unos objetos voladores que ve una noche, y este avistamiento comienza a alejarlo de su familia. El padre ausente, la familia rota o al borde del fracaso, son temas recurrentes en la filmografía del cineasta. Una imagen, que esculpe en su espuma de afeitar y en el puré de patatas durante la cena familiar, absorbe también la atención y el juicio de Roy, hasta que descubre finalmente que se trata de una montaña, escenario final de la cinta.

El doctor Allen Hynek (que hace un cameo con perilla y fumando en pipa), astrofísico y ufólogo que trabajaba en el proyecto Blue Book, fue el creador del sistema de clasificación por fases: mientras que la Primera Fase consistía en ver un ovni en el cielo, en la Tercera se produce lo que vemos al final de la peli. Por cierto, también se marcan un cameo R2D2 y C3PO (buscadlos, pero está difícil dar con ellos). De los efectos especiales se encargó Douglas Trumbull, que antes haría los de 2001, y años después los de Blade runner.

Será en la cara oculta de esa montaña donde escucharemos la secuencia de cinco notas RE MI DO DO SOL, en un teclado, con la que los humanos saludan a los visitantes. La composición pertenece a John Williams, pero en la película es atribuida, así como el lenguaje de signos, al músico húngaro Zoltán Kodály (1882-1967), coetáneo de Béla Bartók. No parece algo casual la elección de estas notas, pues la secuencia incluye los parciales más sencillos de la serie armónica en la escala mayor: octava, quinta justa, tercera y segunda mayor. En cuanto a la música compuesta por Williams, me parece cercana a Stravinski, a Musorgski, a Prokofiev, rusos los tres. Suena también, en más de una ocasión, un poco de la canción When you wish upon a star, de Pinocho, y creo que además aparece la figura del personaje de madera en un momento de la película.

Como amante de la música, no se me ocurre mejor lenguaje para tratar de comunicarse con unos seres extraterrestres, o al menos mientras te das un paseo por las estrellas. Y no soy el único. Aquí os dejo algunos ejemplos.

En 1977 (mismo año del estreno de Encuentros) EEUU envió dos sondas gemelas, Voyager 1 y Voyager 2, que aún siguen en órbita; en su interior llevan sendos discos fonográficos de cobre cubiertos de oro que, además de imágenes de nuestro planeta, contienen música. Sagan presidió el comité que realizó la selección musical: esta incluía a Beethoven, Stravinsky y, por supuesto a Bach. También a Chuck Berry, Blind Willie Johnson y Louis Armstrong, tres músicos negros. Sagan quiso incluir también Here comes the sun, y aunque The Beatles estuvieron de acuerdo, no así EMI.

Orson Scott Card, ganador de varios premios Hugo y Nébula, escribió en 2018 un relato titulado Sepulcro de canciones, en el que la música se convierte en vehículo de comunicación entre alienígenas y humanos.

Elon Musk ponía en órbita, también en 2018, el Tesla Roadster, pilotado por Starman, llamado así en honor a la canción de Bowie, mientras sonaba en bucle Space oddity, del músico londinense.

Neil Armstrong daba el primer paseo lunar, en la misión Apollo 11, al tiempo que su compañero de aventuras, Buzz Aldrin, reproducía en su cassete portátil Fly me to the moon, de Bart Howard, en la versión de Frank Sinatra.

En 1988 la misión soviética Soyuz TM-7 tuvo como objetivo acoplarse a la estación espacial MIR; los tripulantes se llevaron Delicate sound of thunder, doble elepé en directo de Pink Floyd.

En 2008 la NASA retransmitió por primera vez directamente al espacio profundo la canción Across the universe. La retransmisión se hizo desde la estación de Espacio Profundo de Robledo de Chavela, en Madrid. Destino: Estrella Polar, a 431 años luz.

¿Qué os parece la idea de contactar con unos vecinos que viven muy, muy lejos, gracias a la genialidad de Bach o de los Beatles?

Elegid vosotros la música que le pondríais a esos seres para darles la bienvenida a la Tierra.

La película: Close encounters of the Third Kind (1977)